martes, 27 de julio de 2010

Construyendo el camino a la libertad


“Escritores de la libertad” (1) está basada en una historia real sobre la maestra Erin Gruwell (Hilary Swank), cuya primera asignación como docente es en una escuela de Los Ángeles, con un variado grupo integrado por adolescentes de diferentes clases raciales y sociales, a quienes supuestamente era imposible enseñar. En esa zona sin ley de una escuela destrozada por la violencia entre pandillas y la tensión racial, la maestra lucha contra el sistema educativo que no le brinda contención alguna, para hacer que la escuela cobre importancia en la vida de sus alumnos. Ella intenta interesarlos cada día, logrando cambiar su intolerancia por comunicación.

Erin Gruwell en el primer acercamiento que tiene con la institución, le muestra a Margaret Campbell, la jefa de ese departamento escolar, su plan de clases. Ésta se lo rechaza diciéndole que lo va a tener que modificar, porque por ejemplo el libro que la maestra quiere darle a sus alumnos, “La Odisea” de Homero, es muy difícil de entender para los chicos que va a tener a cargo.
Sin importarle lo que le dijeron los directivos, la profesora en la primera clase comienza hablando de ese libro y busca la manera de que sus alumnos se interesen en determinadas lecturas.
Erin está convencida desde el primer momento que si hace bien su trabajo, los alumnos continuarán sus estudios. Pero los directivos como los otros profesores que integran esa institución, le dicen que eso va a ser imposible porque “esa clase de chicos” siempre abandonan sus estudios. Al mismo tiempo, este tipo de profesores no hacen nada para incentivar a los alumnos a que continúen estudiando y que comiencen a interesarse cada día un poco más.

El aula 203 de la profesora Gruwell se encuentra totalmente dividida por jóvenes de diferentes clases raciales, que concurren a la escuela como una pausa fugaz entre las guerras étnicas en las que están inmersos y sus vidas criminales.
Erin empieza por conocer el mundo cultural de sus alumnos, para luego poder trabajar con ellos. Con buenas ideas pedagógicas, encontró el modo de interesar a sus estudiantes en las clases, para hacerlos apreciar la educación que recibían.



La maestra va construyendo la verdadera transformación con cada uno de sus alumnos. Como menciona Paulo Freire “…el ser menos conduce a los oprimidos, tarde o temprano, a luchar contra quien los minimizó…los oprimidos ni se transforman en opresores de los opresores sino en restauradores de la humanidad de ambos. Ahí radica la gran tarea humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a sí mismos y liberar a los opresores” (2). Erin produce que sus estudiantes comiencen a luchar contra ese modelo educativo hegemónico que los tenía oprimidos, que no los dejaba crecer, que los creía inferiores y se lo demostraba constantemente. Les recalca que se puede pelear por lo que se desea y sus alumnos la ayudan a ella a darse cuenta de lo mismo.

Los educandos temían de alguna manera dejar de ser oprimidos, por miedo a no poder asumir esa libertad que les estaba dejando ver su profesora. Libertad que nunca fue imaginada por ellos, que nunca se les permitió soñar. Libertad de poder expresarse sin temor a nada ni a nadie, a poder dialogar con el otro sin armas de por medio, sin agresiones ni insultos. Freire menciona que “este miedo a la libertad también se instaura en los opresores, pero, como es obvio, de manera diferente. En los oprimidos el miedo a la libertad es el miedo de asumirla. En los opresores, es el miedo de perder la “libertad” de oprimir” (3).

A cada joven desde sus comienzos en esa institución, se les fue diciendo que no a muchas cosas que estaban en todo su derecho de adquirir, como no poder acceder a los libros de la biblioteca de la escuela por miedo a que los rompan, o que en el plan de clases no se les permita dar determinados temas porque los chicos no lo iban a poder comprender, o afirmar que todos iban a abandonar sus estudios y que no iban a llegar a graduarse.
Los oprimidos luego de escuchar tantas veces que no pueden lograr, que son incapaces, que es inútil enseñarles, que tienen una vida perdida, comienzan a “auto desvalorizarse”. Como señala Freire, los oprimidos terminan desvalorizándose, ya que producen la visión que de ellos tienen los opresores. “Hablan de sí mismos como los que no saben y del profesional como quien sabe y a quien deben escuchar” (4).



Erin, con sus alumnos, logró romper con ese mecanismo de que el educador es sólo el que educa, para que se transforme en aquel que también “es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa” (5).

Los chicos del aula 203, con la gran ayuda de su profesora, comienzan a descubrir la opresión que en ellos ejercía las autoridades de la escuela y todos los que en algún momento le dijeron que no, para luego empezar a comprometerse con su transformación. Luego de haber sido “reducidos al estado de objetos” (6), ellos mismos se van a reconocer como “hombres destruidos” (7), para intentar dejar atrás todos esos prejuicios que no les permitía poder ver más allá, para emprender el camino a la liberación.


(1) Trailer del film
http://www.youtube.com/watch?v=dCymgLz_w3w&feature=related
(2) Freire, Paulo. “Pedagogía del oprimido” – 3ª ed. 2ª reimp.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2010. Página 37
(3) Ídem 2. Página 40
(4) Ídem 2. Página 60
(5) Ídem 2. Página 85
(6) Ídem 2. Página 66
(7) Ídem 2. Página 67

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